Todos los años cuando comienzan los colegios y llega el otoño en el hemisferio norte comienzan a aumentar las infecciones respiratorias víricas tanto entre los niños como entre los adultos. La convivencia en espacios cerrados como colegios, guarderías, salas de espera, etc., es el factor más importante que contribuye al contagio, además de la transmisión dentro de la propia familia, por supuesto.
Después de navidades, a pesar de ser habitualmente la época de más frío, por el efecto de las vacaciones, se interrumpen las cadenas de transmisión de los virus y hay un período de gran descenso de infecciones respiratorias víricas, lo que indica que no es la temperatura, son los espacios cerrados, lo que facilita que nos contagiemos.
Se conocen cerca de 200 virus capaces de producir estas infecciones. Siguen una pauta temporal conocida: primero, en septiembre los rinovirus, después, en octubre y noviembre el parainfluenza, posteriormente, en los meses invernales el virus sincitial respiratorio, la gripe y los coronavirus. Las infecciones por adenovirus están continuamente presentes durante el curso. La temporada de catarros termina en marzo y abril con otra pequeña onda de rinovirus. El metaneumovirus humano causa síntomas respiratorios intensos, especialmente si se produce infección simultánea con otro virus. Su patrón temporal está menos definido. Los enterovirus también pueden producir síntomas respiratorios. Este año tenemos un convidado nuevo antes de tiempo: la nueva gripe, que ya estuvo saltando de campamento de verano en curso de idiomas durante el estío y ahora se propaga a placer entre los niños y jóvenes en el otoño.
Cada uno de estos virus suele tener su propia “personalidad” (el virus sincitial se asocia a bronquiolitis, el parainfluenza (especialmente el tipo 1) a laringitis, el adenovirus a faringitis con conjuntivitis… Unos tienden a producir más fiebre (el de la gripe), otros menos (los rinovirus).
Y cada niño tiene también “personalidad” al enfermar: unos tienen mucha fiebre con cualquier resfriado, otros apenas, otros suelen tener bronquitis con los catarros, otros tienen siempre laringitis, otros tienen gran propensión a tener otitis …
Con frecuencia es muy difícil distinguir entre un virus y otro. Un niño puede pasar la gripe como un catarro banal sin fiebre y otro tener un ataque de asma desencadenado por un simple rinovirus (o una neumonía, es la tercera etiología en la infancia). Por eso cuando médicos expertos intentan diagnosticar la gripe por los síntomas aciertan sólo en la tercera parte de los casos.
Los análisis para detectar virus no siempre están disponibles, son costosos, lastiman al niño y tardan lo suficiente como para que el niño esté curado cuando llega el resultado y, generalmente no cambian el tratamiento. Se hacen para estudios y en los niños cuya gravedad exige ingreso hospitalario. Los más rápidos para detectar la gripe tienen muchos falsos negativos. Eso limita su utilidad en la práctica.
Un niño tiene, durante los cinco primeros años de vida una media de seis a ocho catarros por año (uno por mes de septiembre a abril) con una duración media de 14 días. Los que más infecciones tienen son los escolarizados (incluidas las escuelas infantiles o guarderías) y sobre todo los primeros años de socialización. Los que van a las guarderías, después son escolares menos enfermizos.
Muchos niños que ingresan en un hospital por síntomas graves, prolongados o difíciles de explicar por un solo virus resulta que… ¡¡ tienen dos virus al mismo tiempo!!
Un porcentaje pequeño tienen complicaciones bacterianas como otitis, sinusitis y neumonía que son susceptibles de ser tratados con antibióticos.
Los niños tienen al nacer defensas (inmunoglobulinas) prestadas por su madre a través de la placenta frente a estas infecciones. Estas defensas duran entre seis y doce meses. A partir de ese momento deben pasar las infecciones víricas para las cuales no hay vacunas «a pelo», para fabricar sus propios anticuerpos. Por eso están continuamente enfermos cuando comienzan a socializarse, ya sea en la escuela infantil o en el colegio. A medida que van creciendo y tienen más experiencia infecciosa son menos susceptibles y las infecciones respiratorias se van espaciando (y las inmunoglobulinas que expresan esta experiencia subiendo). En clase no sólo se aprende a leer, escribir y convivir, también a conocer los virus, a generar defensas: es un aprendizaje de otro tipo, pero un aprendizaje al fin y al cabo. Intentar que los niños no lo realicen es como poner puertas al campo: imposible.
La gripe es uno más de esos virus y no siempre el más peligroso (personalmente el adenovirus y el virus sincitial me merecen mucho respeto). El virus de la gripe tiene la propiedad de cambiar continuamente y por eso se puede pasar casi todos los años. Para los niños, especialmente para los más pequeños la gripe suele ser “nueva”, porque nunca la tuvieron antes.
La nueva gripe A(H1N1) 2009 es una variante leve de la gripe, especialmente en los niños. A pesar de ser considerados grupo de riesgo, si se analizan los informes se ve que el riesgo es de ingresar, no de morir o tener complicaciones graves. Los niños que ingresan son dados de alta rápidamente y, salvo que tengan enfermedades de base que los debiliten y hagan más vulnerables, no suelen tener problemas importantes.
Por ello esta gripe nueva no constituye razón para cambiar nuestras vidas. Los países del hemisferio sur ya han pasado su invierno austral y la experiencia ha demostrado que no era para tanto, como los primeros y confusos datos parecían indicar y que muchas instituciones, incluida la OMS han exagerado la importancia de esta pandemia y han propuesto medidas desorbitadas y fuera de lugar. La gripe nueva es eso … gripe.
Los niños deben aprender a lavarse las manos antes de comer, después de ir al servicio, manipular tierra y otros objetos potencialmente contaminados. También a tener normas de cortesía e higiene respiratoria, como taparse la boca al toser, lavarse las manos después de tocar sus secreciones orales o respiratorias, usar pañuelos desechables …
Pero la vía de transmisión preferente de los procesos respiratorios es la aérea. La promiscuidad respiratoria inherente a la infancia, su frecuente contacto físico, hace casi imposible evitar los contagios en las guarderías y preescolar. Pero incluso en colegios e institutos los virus respiratorios campan a sus anchas, como lo demuestra que, a día de hoy, son el grupo de edad más afectado en nuestro país. Y en las familias y en autobuses y en ascensores y otros espacios cerrados.
Por eso, ante la pregunta ¿catarro o gripe?, la mayoría de las veces la respuesta es: ni lo sé ni es importante saberlo.